Meditación: entablar amistad con cualquier problema

Yongey Mingyur fue un niño extremadamente ansioso, que sufría de ataques de pánico. Dedicado a la vida contemplativa, este maestro budista tibetano, considerado “el hombre más feliz del mundo” tras un estudio sobre la neuroplasticidad en su cerebro, se curó a sí mismo haciendo de sus temores el foco de su meditación y ganándose a pulso su paz mental. En este artículo se recoge parte de la conferencia que realizó en la Casa del Tibet de Barcelona.

budismo tibetano– El 99% del pánico es una exageración que hace nuestra mente. En realidad no hay nada ahí.

– El problema te cuenta las cosas a su manera y tú le dices ‘sí, señor’, o bien luchas contra él, con lo que se vuelve más grande. Por ejemplo, a mí el pánico me decía lo terrible que era esto o aquello y normalmente o lo escuchaba o intentaba suprimirlo.. Si le decía: ‘sí, señor’, entonces el pánico se convertía en mi jefe; si le decía: ‘lárgate’, se convertía en mi enemigo. ¿Cómo lo pude aceptar? Con la meditación, relajándome en ello y aceptándolo. Al principio es difícil, pero si no intentas derrotar a tus problemas, la felicidad está presente en todo.

– A más meditación, más libertad mental.

– Si usas tus problemas como soporte de tu felicidad, de tu meditación, la dicha está ahí.

¿Cómo meditar? Mingyur nos explica dos técnicas muy sencillas:

– La presencia abierta
– La atención en la respiración

Meditación de la presencia abierta:

Relaja tu cuerpo y relaja tu mente, relaja tus músculos al 100%. Si ves que no se relajan, está bien, todo está permitido. Los pensamientos que vienen son bienvenidos, los pensamientos que se van son bienvenidos también.

La no meditación es la mejor meditación. En este espacio te dejas ser de forma natural, pero sin perderte, estás atento. A esto lo llamamos la mente del niño. No hacer meditación es meditación. Así que no te pierdas, pero no medites, no intentes hacer nada. Así la meditación se convierte en algo muy fácil de hacer: no tienes que bloquear tus emociones, solo has de dejar que tu mente y tu cuerpo descansen tal como están.

Meditación de la respiración:

Ésta es un poco más difícil. A veces lo difícil es lo fácil para los que no pueden mantener la presencia abierta. Aquí dejas la respiración natural, sin ningún esfuerzo, solo respiras conscientemente. Solo date cuenta de que respiras, no medites sobre tu respiración. Haces tres respiraciones y tu mente se da cuenta de que estás respirando.

– Solo respirar y mantener la atención consciente (esto es meditación, mente y respiración unidas, lo fácil es meditación)

Lo que no hay que hacer:

– Meditar sobre tu respiración (esto no es meditación, es más difícil y te hace poner tenso, tu mente empieza a irse a otras cosas: respiración, paella; respiración, pizza; respiración, tengo hambre.. Y entonces se convierte en la meditación de la rana que salta).

Otra de las técnicas de meditación que se realizó durante el estudio científico fue la meditación sobre la compasión. La dinámica aquí es concentrar la atención sobre un objeto, como la compasión, el corazón o lo que elijamos, concentrarse durante 90 segundos en él, parar 9 y segundos y repetir la misma secuencia cuatro veces.

El cambio a cualquier edad

En el año 2007 el Dr. Richard Davison, de la Universidad de Wisconsin (EEUU) realizó un estudio a 21 meditadores experimentados (con más de 10.000 horas de meditación a lo largo de su vida), para conocer los efectos de la meditación en el cerebro. Mientras realizaban las mediciones, encontraron que los patrones cerebrales que operan durante el estado de ánimo de calma y bienestar se incrementaban enormemente durante la práctica de la meditación. Las mediciones se realizaron sobre estos patrones cerebrales, midiendo también el control y la claridad.

Los resultados demostraron que ante el dolor, los meditadores experimentados tenían un descenso de la anticipación y una claridad estable. En los principiantes esto era al revés.

Los resultados también recogieron que:

–   La neuroplasticidad o capacidad de cambio en el cerebro existe a cualquier edad

–   Una forma muy efectiva de realizar cambios en los patrones cerebrales es la meditación

–   Este cambio positivo en el cerebro se refleja en el cuerpo, fortaleciendo el sistema inmunitario, etc..

A continuación, extractos de un artículo de The New York Times en el que se amplía la información sobre los resultados de estos estudios sobre el cerebro de varios meditadores.

La rapidez de recuperación después de un disgusto es una de las maneras en que la ciencia mide la felicidad de un temperamento. Los acontecimientos dolorosos son unas de las mayores pruebas de la vida y gestionarlas con gracia conlleva un ánimo que pocos de nosotros parece tener al alcance.

Lo que entendemos por “felicidad” puede ser difícil de alcanzar, puesto que incluye variedades innumerables de emociones positivas que van desde el éxtasis a la ecuanimidad. Una degustación de esta felicidad en la que este maestro tibetano parece sobresalir ha sido bien estudiado por científicos especializados en investigar cómo operan las emociones en nuestro cerebro.

Richard Davidson, director del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, ha encontrado un perfil cerebral distintivo para la felicidad. Del resultado de sus investigaciones se desprende que cuando estamos o nos sentimos en peligro, el cerebro muestra un alto nivel de activación en el área prefrontal derecha y en la amígdala. Mientras que cuando estamos en un estado de ánimo optimista, el lado derecho se calma y el área prefrontal izquierda se mueve. Cuando este último patrón cerebral está activado, las personas se sienten, en palabras de Davison, “activamente comprometidas, orientadas a objetivos, entusiastas y enérgéticas».

Uno de los primeros resultados de una investigación sobre los cerebros de monjes expertos en meditación, con una media de 10.000 a 50.000 horas a lo largo de sus vidas, mostró que cuando meditaron sobre la compasión, la actividad en las áreas cerebrales clave se incrementó un 100%, notablemente más que en el caso de otro grupo de control al que se les enseñó la misma práctica. A más horas de práctica, mayores incrementos aparecían. Todo esto confirma que, en el reino de los estados de ánimo positivos, como en casi cualquier empresa que emprendamos, ya sea material o espiritual, la práctica importa.

Davison realizó otras pruebas a grupos de principiantes, junto con Jon Kabat-Zinn, profesor de meditación de la atención plena del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts. En una empresa de biotecnología de alta tensión, se propuso a los trabajadores meditar 30 minutos al día durante ocho semanas. Transcurrido este tiempo, se comprobó que habían empezado a activar esa zona prefrontal izquierda que regula el estado de ánimo positivo con más fuerza – y sus impresiones eran que en lugar de sentirse abrumados y acosados, disfrutaban de su trabajo. Así, mientras  la cultura occidental puede mirar con recelo a alguien sentado en silencio en meditación, este tipo de «no hacer nada» si parece hacer algo extraordinario después de todo.

Belén Giner

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