Somos nuestro cuerpo. Gracias a él, sentimos, percibimos y experimentamos nuestra vida. Lamentablemente, debido al estilo de vida que llevamos, la mayoría vivimos desconectados de él, percibiéndolo como un instrumento independiente y casi ajeno que nos permite hacer cosas. La danza y el movimiento consciente nos ayudan a recuperar nuestra comunicación con él, a volver al presente y a tener una escucha más profunda y sensible a nuestras necesidades y emociones.
Cuando exploramos nuestro movimiento y respiración con conciencia vemos la correspondencia entre nuestra acción, emoción y pensamiento. El movimiento o la falta de él nos descubre nuestro mundo emocional, permitiéndonos ampliar nuestras posibilidades, tanto en la danza como en la vida.
Al abrirnos a nuevas posibilidades de movimiento, nuestro ser se desbloquea y se vuelve más fluido, más presente y creativo, con mayor capacidad para autorregularse y revitalizarse de una manera sencilla y natural. Así tenemos más espacio para sentir y liberarnos de corazas y expresiones rígidas, teniendo un efecto directo también en nuestra mente.
El movimiento consciente nos aporta
– Aumentar el contacto con nosotros mismos
– Tomar conciencia del momento presente, con mayor escucha de nuestros sentimientos y emociones.
– Liberarnos de corazas y patrones.
– Aprender a expresarnos de manera consciente y creativa en un entorno abierto y respetuoso.
– Transferir esta apertura a la vida cotidiana.