En los últimos años estamos hablando muchísimo de la importancia y los beneficios de mindfulness o la atención plena a la hora de reducir la ansiedad y el estrés y mejorar la calidad de vida, así como para aumentar la calma, la claridad mental, la satisfacción y la felicidad.
Lo cierto es que uno de los componentes principales de mindfulness -que es también una de las 9 actitudes que cultivamos al practicarlo (además de la aceptación, el no juicio, la paciencia, la curiosidad, la confianza, el no forzar, la mente de principiante y el dejar ir), es la amabilidad.
La bondad, la gentileza o la amabilidad no solo nos permite relajarnos, ablandarnos y abrirnos a las experiencias que la vida nos trae con más naturalidad, permitiéndonos aceptarlas y no juzgarlas tanto, si no que es también una actitud clave a la hora de relacionarnos con nosotros mismos.
Lo contrario perpetúa el malestar que provoca el látigo implacable de una voz interna constantemente juiciosa, comparativa, condenatoria y a veces cruel, causa de males tan extendidos como la ansiedad, la depresión, los problemas de relaciones o la necesidad de estar siempre probándonos a nosotros mismos.
El científico y filósofo Blaise Pascal afirmó que ‘todos los problemas del ser humano vienen de su incapacidad de sentarse solo en una habitación’, y nos preguntamos, ¿por qué ocurre esto?
Si realmente fuéramos capaces de observar desde la ecuanimidad y con amabilidad todo lo que nos pasa, bueno o malo, sin tratarnos mal por ello y aceptándolo como parte de la vida, quizás seríamos más valientes. Y eso precisamente es lo que cultivamos al practicar mindfulness.
Junto con el cultivo de la amabilidad, la psicología budista desarrolló con fuerza también el cultivo de la compasión, que implica estar abiertos a sentir el sufrimiento propio y ajeno cuando ocurre y tener la motivación de aliviarlo de alguna manera. Algo amable y bondadoso de por sí.
En una entrevista realizada por la Asociación Española de Mindfulness y Compasión (AEMIND) al profesor, investigador y creador de la Terapia Focalizada en la Compasión (CFT), Paul Gilbert, éste nos explica cómo un factor común de la gente que acude a terapia es la hostilidad hacia ellos mismos y cómo es fundamental educar a las personas en la autocompasión para poder cambiar esto.
La compasión es una actitud que cambia nuestro cerebro positivamente, creando la motivación hacia el auto-cuidado y el cuidado de los demás que de modo instantáneo nos conecta y calienta nuestro corazón, permitiéndonos prosperar como sociedad hacia mayores niveles de bienestar.
Gilbert explica como, tras trabajar más de 20 años con distintas terapias, descubrieron que la gente podía generar pensamientos alternativos para sus pensamientos negativos, que podía distanciarse y tener una perspectiva diferente, pero que la textura emocional de esos pensamientos era autocrítica.
‘De modo que podían decirse: ‘me siento como un fracaso pero, cuando lo miro más de cerca, veo que he logrado esto o lo otro’; sin embargo eran muy hostiles consigo mismos, la voz en su cabeza les decía: ‘Pero bueno, si has triunfado en esto o lo otro, por qué sigues considerándote un fracaso? Basta!’
Eran muy exigentes, así que empezaron a ayudarles a generar ‘una voz amistosa y empática con el estrés que produce sentirse abatido o ansioso, una voz que tenía un deseo real de que estuvieran bien, una voz que les ofreciera ánimo, apoyo y amabilidad. Y vimos que muchos pacientes no podían hacerlo. No podían generar esta voz cálida, amable y de apoyo’.
Y así empezaron. ‘Luego nos movimos de los cambios de la voz a la motivación, creando la motivación junto con el deseo de interactuar con uno mismo y con los demás desde un lugar de compasión, de cuidado y de querer aliviar el sufrimiento y promover el bienestar’.
El enfoque compasivo fue lo que permitió que pudieran crear esa voz amable de manera más fácil, mejor y con mayor efectividad.
De ahí crearon la Fundación de la mente compasiva (The compassionate mind foundation), una ONG sin ánimo de lucro fundada en 2006 con el fin de promover la compasión y su aplicación científica en varios ámbitos (..) ‘porque necesitamos más compasión desesperadamente en nuestra cultura occidental’.
Una sociedad enfocada al logro y la competitividad
‘Durante los años 70 y 80 la psicoterapia se volvió muy cognitiva, muy centrada en la mente, la atención, el pensamiento, los esquemas, etc.. mientras que nuestro interés era conectar con nuestros procesos motivacionales básicos.
Y tenemos varios procesos motivacionales: la competitividad, el logro y el éxito, pero también conectar, cuidar, proteger, apoyar, animar (…)
Lo que apoyamos fue el ‘yo compasivo’, la motivación compasiva, que está enfocada en dirigirse al propio sufrimiento y al de los demás de la manera más sabia, firme y comprometida que se pueda.
Si pudiéramos añadir este enfoque motivacional, particularmente compasivo y prosocial, esto cambiaría muchas cosas en la mente.
Porque si estás muy enfocado en el logro, el hacer y la productividad, entonces tu mente se organiza de otra manera.
Por ejemplo, ‘hay mucha investigación que demuestra que estamos sobreestimulando a los niños en modelos competitivos: necesitan tener éxito, necesitan lograr, necesitan pasar exámenes, etc.. Y una investigación de Harvard asegura que los niños están atrapados en el ‘yo, yo, yo’ y el ‘competir, competir, competir’ y mucho menos inclinados hacia el comportamiento prosocial y compasivo’.
Esto, además de contribuir a una sensación de aislamiento y desconexión individual, nos lleva a una sociedad miedosa y destructiva.
El miedo a abrir el corazón
Por último, Gilbert señala que es importante entender qué es exactamente la compasión, y que junto con la sensibilidad al sufrimiento propio y ajeno, se necesita el compromiso de hacer algo sabio al respecto.
‘Una de las dificultades es que la compasión puede atemorizar mucho a las personas. La gente no confía en ella, creen que no la merecen, y piensan: si realmente supieras lo que me pasa por la cabeza o las cosas que me han pasado, no creerías que merezco compasión.
Otras veces, cuando somos amables y compasivos con los pacientes, eso activa recuerdos emocionales de cuando otras personas fueron amables pero luego abusaron de ellos y eso también les atemoriza.
Sin embargo, es un proceso paulatino el poder abrir el corazón a recibir un trato amable y bondadoso, algo siempre sanador y que puede entrenar cualquier persona.
‘La compasión no es una emoción, sino algo que puede surgir como una intención. Algo que surge de ver a alguien herido que te pone triste o que te pone ansioso por ver a un niño en un edificio en llamas.
Así que la compasión es parte de la intención. De modo que si empezamos a introducir compasión y motivación, compasión e intención, compasión e identidad en escuelas y negocios, cambiaremos la forma en que ocurren las cosas.
Porque si solo tienes un yo competitivo que necesita ganar sin importar el impacto que eso tenga en otros; ‘es solo mi empresa la que necesita ganar sin importar las consecuencias en el medio ambiente o en cualquier otra cosa, porque solo importan los beneficios’, como sucede en el ámbito bancario, donde no importa lo más mínimo el daño que hagan ciertas prácticas, eso no es sostenible.
Aquí tenéis la entrevista completa al Dr. Paul Gilbert, subtitulada.