Mientras entramos en el otoño y nuestro cuerpo se va adaptando a la retirada del calor y la llegada del frío, el recogimiento y la cobertura, también nuestras emociones nos transportan a nuevos paisajes.
Quizá, una vez más, volvamos a sentirnos poseídos por la melancolía y la tristeza de lo que se va y/o el estrés y la ansiedad de lo que llega o está por venir.
En épocas de cambios, podemos sentir como el barco de nuestra vida se tambalea y quizá aparezcan sensaciones o sentimientos de angustia o desesperanza o, sencillamente, viejos miedos y preocupaciones. Esa es simplemente la tendencia de la mente y la respuesta natural a los acontecimientos.
Ya sea que estemos procesando duelos e iniciando nuevos ciclos -dejando atrás personas y experiencias que ya no nos servían-; como que sigamos con la rutina habitual, es un acto de auto-cuidado prestar atención a todas nuestras emociones: observarlas, atenderlas, cuidarnos mientras las experimentamos (si son dolorosas), dejarlas ser, y permitirlas pasar, siguiendo su curso natural. Solo así podemos escuchar los mensajes que nos traen y/o los hábitos de pensamiento que pueden estar alimentándolas en círculo vicioso, para dejarlos ir y regresar a nuestro equilibrio, permitiendo la renovación natural de la vida.
Aunque el hecho de que sigamos navegando, ciclo tras ciclo, nos recuerda la impermanencia y nos confirma cómo la fuerza de la vida nos sostiene y nos sigue apoyando en cualquier circunstancia, la tendencia de nuestra mente a rechazar todo lo doloroso es fuente de negatividad y puede impedirnos sanar nuestras experiencias dolorosas, y reconectarnos con totalidad con el ciclo de la vida: experimentar, dejar pasar, soltar, volver a empezar.
Conducimos a nuestra mente al momento presente para entrenarnos a sentir seguridad y confianza en cualquier circunstancia. Así creamos un nuevo modo de ser que nos permite auto-regularnos y dejar de generar estrés, preocupación y negatividad, estados tóxicos para nuestra salud e innecesarios, y que, además, nos apartan del gozo de vivir.
A medida que nos entrenamos a sentir, validar, aceptar y permitir fluir a nuestras emociones y estados vitales, con tiempo, paciencia y compasión, eventualmente regresamos a nuestro centro.
Aquí va una práctica de mindfulness para atendernos en medio de emociones difíciles, que tan naturalmente forman parte de la vida:
1. Adopta una posición cómoda, preferiblemente con la espalda recta, manteniendo una actitud de atención relajada.
2. Observa cómo está siendo tu respiración en estos momentos, sin intentar cambiar nada, simplemente acompañando el suave movimiento de ésta entrando y saliendo de tu cuerpo. Si quieres, lleva una mano al pecho o al vientre mientras se eleva y desciende, y/o repite mentalmente: inhalando, exhalando..
3. Invita a tu cuerpo a relajarse y soltar toda tensión sin esfuerzo. Permanece así 2 o 3 minutos.
4. Lleva tu atención a las zonas de tu cuerpo que están experimentando tensión, incomodidad o molestia, y envía una respiración amable y compasiva a ese lugar. Permítelas ser como son y estar ahí.
5. Describe con detalle todo lo que va ocurriendo (vibración en las manos, opresión en el pecho, tensión en el cuello, falta de respiración..). Nombra también la emoción que sientas (ansiedad, ansiedad, tristeza, tristeza..). Siente que es algo totalmente natural, que todos experimentamos de vez en cuando.
6. Lleva una mano o las dos a las zonas donde estés sintiendo mayor incomodidad o dolor con la intención de acompañarte y reconfortarte, transmitiéndote amabilidad y cariño. Permítete sentir tu propia calidez como si la estuvieras ofreciendo a un ser muy querido por ti.
7. Observa qué pensamientos cruzan por tu mente y etiquétalos como ‘pensamiento, pensamiento..’ sin quedarte atrapado en ellos.
8. Siente qué es lo que más te gustaría escuchar en este momento para reconfortarte y dítelo a ti mismo: ‘que yo tenga paz, que me sienta seguro/a, que tenga claridad, que yo pueda confiar, que pueda aceptar este momento tal como es, que pueda aceptarme tal como soy..’ Busca tus propias palabras, pronunciándolas internamente en un tono cariñoso y casi de susurro, dándote el tiempo para sentirlas.
9. Observa cómo estás en este momento y mira a ver si puedes aceptar tu experiencia tal y como es en ese momento, sin juzgar. (Si no estás habituado a tratarte así, es normal que aparezcan emociones contradictorias como rechazo, rabia o más tristeza. Confía en que eso es así debido a la falta de costumbre, más, si sigues practicando, poco a poco se desvanecerán).
Si la experiencia te resulta demasiado difícil, quizás es mejor que contactes con un terapeuta.
10. Agradécete por haberte dedicado un ratito para estar contigo, acompañarte y reconfortarte en este momento difícil.
La compasión es uno de los más poderosos antídotos a los sentimientos de soledad, tristeza, abandono.. y nos ayuda a regular y estabilizar cualquier emoción y sensación dolorosa.
Al procurarnos atención, cuidado y cariño a nosotros mismos, con respeto y con bondad, especialmente cuando peor nos sentimos, empezamos a recuperar el sentimiento de ser dignos y sentimos que merecemos ser queridos y apoyados sin importar las circunstancias.
Una actitud que nos ayuda a aceptar la impermanencia, los fracasos, las decepciones y las incertidumbres de la vida, dando paso a nuevas primaveras.
La relación más íntima que tendremos
en nuestra vida es con nosotros mismos.
Nadie escucha nuestro corazón como nosotros.
Nadie conoce nuestras heridas como nosotros.
Somos los sabios de nuestros puntos débiles
y de nuestros cantos afilados.
El auto cuidado y la compasión aparece en ese vínculo
con honestidad y con amor. Jamie Ridler
Por Belén Giner