Yongey Mingyur fue un niño extremadamente ansioso, que sufría de ataques de pánico. Dedicado a la vida contemplativa, este maestro budista tibetano, considerado “el hombre más feliz del mundo” tras un estudio sobre la neuroplasticidad en su cerebro, se curó a sí mismo haciendo de sus temores el foco de su meditación y ganándose a pulso su paz mental. En este artículo se recoge parte de la conferencia que realizó en la Casa del Tibet de Barcelona.
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